A nadie que esté mínimamente informado se le escapa que la ciencia en España lleva años sufriendo recortes cada vez más drásticos —el último, una reducción presupuestaria de 600 millones de € y la previsión de cero (0) plazas de investigador para este año, a tenor de lo que parece una auténtica declaración de intenciones por parte del Gobierno entrante: la eliminación del ministerio de ciencia, en favor de una secretaría de estado dependiente del ministerio de economía.
La consecuencia inmediata de esta reducción es que muchos jóvenes con vocación científica se planteen seguir otro camino o exiliarse para hacer la tesis y desarrollar su carrera en el extranjero, a la espera de un futuro mejor que les permita, si es que para entonces quieren y les compensa la más que segura bajada salarial, volver a su país. Es el caso, entre otros muchos, de Mario Herrero, de stringers.es, que ante la falta de oportunidades en España, se plantea hacer las maletas y marcharse a EEUU.
Ya el gobierno anterior comenzó a cerrar el grifo de las plazas de investigador asociadas a las becas Ramón y Cajal, destinadas a investigadores brillantes de treinta y tantos / cuarenta y pocos, que ahora se ven abocados a un panorama desolador: en la calle, con su edad, y sin posibilidad de plaza alguna en nuestro país (en esencia, la única vía para investigar en España es a través de presupuestos públicos), pues no hay nada diseñado para ellos. No es que sea difícil continuar su carrera en España, es que es imposible. Como mucho, aspiran a contratos temporales precarios como colaboradores aquí o allá. Es eso, dejar la ciencia, o irse fuera.
¿El resultado? Un cuello de botella que abarca toda la carrera científica y que está llevando a muchos investigadores valiosos a abandonar la ciencia o a emigrar en busca de alguien que aproveche mejor sus cualidades y se anote los tantos de sus descubrimientos (esta es, por cierto, la encrucijada en la que probablemente me encuentre yo mismo en unos meses, cuando se acabe el presupuesto de mi contrato postdoctoral). Porque, por encima de todo, debería preocuparnos la cantidad de dinero público que se va en formar científicos mediante becas de doctorado, etc. para que luego el mérito y las potenciales patentes de sus descubrimientos se los lleven otros países, cuando al científico le queda claro que su país le está dando la espalda. Suma unos pocos miles de científicos en esta situación, y tendrás una generación entera cercenada, y muchos, muchos años de progreso científico tirados por el retrete.
Y es que, en realidad, ni siquiera es un problema de unos individuos con futuros prometedores en la ciencia, ni del derroche de unos presupuestos del Estado mal gestionados: ¿dirían que una sociedad que no investigue tiene visos de desarrollarse al nivel de sus vecinas que sí lo hacen? ¿Se imaginan una sociedad que no investigue? Hay países que no investigan, que no hacen ninguna ciencia en absoluto. No hace falta que les nombre ninguno, ¿verdad? No queremos parecernos a esos países.
Así que la pregunta es: ¿Qué ciencia haremos con cero plazas? En fin, Lucas Sánchez y Félix Gallego lo expresan mucho mejor que yo: han tomado la cámara y se han metido en un laboratorio para darnos una idea de la ciencia que haremos con cero plazas. Aquí lo tienen. No les voy a decir que lo disfruten, porque poco hay para disfrutar, la verdad.
;(
Y a lamentable reacción de los partídos políticos a la casilla de la ciencia
http://resistencianumantina.blogspot.com/
Impresionante la reacción. Lanzo la falacia de que «han sido los otros» y no tengo ni que preocuparme en dar una respuesta. Qué país.
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Así estan las cosas… y lo malo es que el gusto por lo que hacemos nos impulsa a meternos en un callejón sin salida… qué país…
Poco que decir, como mucho… ganas de meterle fuego a este país.
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