Hijos bastardos de Matusalén: Eternos, una reseña

hijos-bastardosEn ocasiones leo libros autoeditados. La mayoría de los que han pasado por mis manos eran de una calidad literaria más bien pobre, o estaban tan mal corregidos y editados que daban ganas de tirarlos por la ventana. Justamente por eso, cuando uno se encuentra con un libro como «Hijos bastardos de Matusalén: Eternos» de Raúl Atreides sabe que ha encontrado un diamante escondido en un picadero de hielo, un diamante que, por desgracia, posiblemente pasará desapercibido, incapaz de competir con la maquinaria de marketing de las editoriales convencionales. Y eso no es justo.

Al grano. En Hijos bastardos de Matusalén nos encontramos con una sociedad en la que el agotamiento de los recursos, la contaminación y el desmantelamiento de los Estados ha degenerado en una suerte de distopía anarcocapitalista en la que la brecha abismal entre ricos y pobres se materializa en forma tanto de frontera espacial —la que separa el peligroso arrabal de las ultramodernas y perfectas torres— como de frontera temporal —los ricos pueden pagarse el suero de Ponce, un elixir de eterna juventud; los pobres, a lo más que pueden aspirar es al cielo informático virtual gestionado por una Iglesia católica desvirtuada y corrupta. Los paralelismos con nuestra realidad, como ocurre en la buena ciencia-ficción, están ahí presentes para el que quiera verlos.

En este escenario se debaten los diferentes protagonistas de esta narración coral: Germán, una Parca o cazarrecompensas de consumidores ilegales de Ponce; Abraham, un sacerdote católico dispuesto a remover los pilares mismos del Neovaticano para dejar el mundo mejor de como lo encontró; y Lorelei, una niña bien de las Torres que descubrirá forzosamente que el mundo que le rodea es mucho más amplio, brutal y descorazonador de como se lo había imaginado. Hay más, pero estos son los principales, personajes que evolucionan al ritmo de la narración, perfectamente delineados y con los que resulta fácil empatizar —quién me iba a decir a mí que terminaría importándome la vida sentimental de una niña pija con alas implantadas quirúrgicamente.

La novela, aviso, es de las que enganchan. De las que hacen que uno ansíe el habitual pero tedioso viaje en metro para ver qué ocurre a continuación. De las que se leen con auténtico deleite. Y de las que deja un poso que invita a pensar. El ritmo está muy bien medido, dosificando adecuadamente la información e intercalando con habilidad escenas de acción con reflexiones sobre la naturaleza humana y la justicia social.

¿Y los puntos flacos? En realidad, aparte de algunos detalles por pulir aquí y allá, la única pega real que se me ocurre concierne a un giro argumental cerca del final de la novela que, si bien corresponde al lógico devenir de los acontecimientos, sucede de forma abrupta y de espaldas al lector (y eso da rabia, que yo quería verlo ante mis ojos). Bueno, eso y que se acabe, porque es la primera parte de una saga, de esas cuya espera hasta que salga el segundo libro me consumirá lentamente.

Si te pica el gusanillo (debería, de verdad que merece la pena gastarse cada céntimo de lo que cuesta), la puedes adquirir en ebook en Lektu por 2,89€. Te aseguro que no te arrepentirás.

Acerca de Miguel Santander

Tras el Horizonte de Sucesos
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5 respuestas a Hijos bastardos de Matusalén: Eternos, una reseña

  1. Alberto dijo:

    Que sabes dll libro de Jo Barrett llamado Highlander’s Challenge?

    AL

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